Es posible que en algún reducto de la memoria de Samuel Sánchez exista el recuerdo de haber visto en televisión una película dirigida por Richad Fleischer en 1966 titulada “Viaje alucinante”.
Obviamente los nanorobots diseñados por Sánchez no tienen cabinas de mando repletas de lucecitas ni necesitan tripulantes de tamaño microscópico. Se trata de esferas o cilindros tan pequeños como las bacterias y capaces de autopropulsarse para llegar a las células enfermas y liberar las dosis de medicamento necesarias para curar enfermedades. Aunque en laboratorio ya han conseguido que funcionen, la investigación todavía debe afrontar retos enormes como conseguir un combustible absolutamente inocuo para nuestro organismo.
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